sábado, 30 de junio de 2012

¿Qué opinan los espectadores sobre el cine español?


            Para completar el análisis sobre la situación del cine español –al que hemos dedicado los últimos artículos– debemos conocer también la opinión del público, es decir, del espectador cinematográfico de nuestro país. Para ello, considero de especial interés el estudio sobre percepción del cine español recogido en el anuario de EGEDA Panorama Audiovisual 2008-09, encargado a la empresa Metroscopia. A él me voy a referir de modo preferente. 
            Este estudio, estadísticamente riguroso (más de 3.200 entrevistas telefónicas, geográfica y socialmente estratificadas, con un nivel el confianza del 95,5% y un margen de error de ± 1,8%), fue realizado en mayo de 2009, y desmonta algunas de las ideas imperantes en la opinión pública acerca de la percepción que los españoles tenemos de nuestro cine, sin ocultar sus conocidos defectos y carencias.
Según apunta este estudio, “el cine español se ha vuelto más atractivo, más internacional, más competitivo, y la gran mayoría de los entrevistados (61%) consideran que el cine español es bueno o muy bueno”. El mérito reside –como comentábamos en una de las entradas anteriores, en la nueva generación de talentos creativos, artísticos y técnicos, que han sido capaces de ofrecer películas de muy variado género y de notable factura. Al igual que ocurre con el cine europeo, subraya este informe en sus páginas iniciales, “el cine español gusta porque presenta nuestros valores, nuestra cultura y nuestra problemática, porque se atreve a saltarse los ‘estereotipos yanquis’ y a presentar dramas, personajes marginales o problemas éticos, que serían impensables en las grandes producciones de Hollywood”.
Junto a estos puntos positivos, destacan algunas sombras. Por ejemplo, sigue bastante arraigada la etiqueta de “españolada” como arquetipo de película nacional, a la que se asocia una serie de ingredientes peyorativos: “comedias fáciles (a veces demasiado), con personajes tontos y machistas, a menudo con recurso a un sexo innecesario”. Otros muchos piensan que el cine español es “monotemático”. De alguna forma, “se ha pasado de un cine franquista encasillado en la comedia costumbrista y en la moral del régimen a un cine nuevamente encasillado en dramas personales, marginalidad o temas que generan polémica, sobre todo en el sector de la derecha (eutanasia, guerra civil, homosexualidad, etc.)”. Sin embargo, esta sensación de cine monotemático, “es general (no sólo aparece en los más críticos)”. En consecuencia, “se echa en falta una mayor diversidad de géneros y, especialmente, se señala la carencia de películas para todos los públicos”. Por último, los entrevistados también ponen de manifiesto “la falta de recursos (producción y distribución) y la falta de marketing del cine español”, carencias que “hipotecan [su] calidad y  rentabilidad”.
Es interesante constatar cómo las opiniones sobre el cine español difieren según la ideología. En efecto, según recoge este estudio, aunque el cine español gusta a la mayoría, la percepción de que es bueno o muy bueno es mayor entre los entrevistados de izquierdas (68%) que entre los de derechas (50%).
Otros titulares destacados son los siguientes:
  • Uno de cada tres entrevistados ve cine español con cierta frecuencia. Sólo el 10% nunca ven películas nacionales.
  • 8 de cada 10 entrevistados considera que el cine español debería tener más en cuenta los gustos de los espectadores.
  • El 61% considera que las películas españolas están por encima de la imagen que proyecta el cine español.
  • La mayoría de los entrevistados piensa que el cine español debería tener más presencia en las salas (75%) y en la televisión (80%).
  • De igual modo, el 71% de los entrevistados opina que las administraciones públicas deberían apoyar más la industria cinematográfica española.
  • Perfil del espectador más amante del cine español: mujer, 46-60 años, con estudios elementales, mayoritariamente de izquierdas, residente en poblaciones pequeñas.
  • Perfil del espectador más crítico con el cine español: menor de 30 años, de ambos sexos, formación universitaria, mayoritariamente de derechas, residente en poblaciones grandes.
A continuación, recojo una serie de gráficos sobre algunas preguntas y respuestas (abiertas) incluidas en esta encuesta:


Para terminar, considero interesante incluir también los principales resultados de otra encuesta encargada por el diario La Razón a NC Report (estadísticamente menos representativa: 600 entrevistas telefónicas realizadas en febrero de 2011, con un nivel de confianza del 95,45% y un margen de error de ± 4%). Aunque la intencionalidad de este artículo es clara (demostrar le supuesto divorcio entre el cine español y su público), lo cierto es que los resultados no distan mucho del informe publicado por EGEDA, y permiten asimismo una lectura positiva. He aquí las principales preguntas y respuestas, expresadas gráficamente:  


            En resumen, el público español percibe el cine nacional de una manera más positiva y menos dramática de lo que a veces transmiten los medios de comunicación o algunas instancias políticas y sociales (no tanto profesionales). Con todo, hay luces y sombras, y –dicho sea de paso–también algunas incongruencias entre las respuestas recogidas en estas encuestas y la realidad del mercado (recaudaciones y espectadores de las películas españolas). En cualquier caso, y pese a la crisis, la industria cinematográfica española debe continuar progresando en la línea de esas claves expuestas. No va a ser un camino fácil, pero es el único.


© Alejandro Pardo, 2012. Quedan reservados todos los derechos. Puede reproducirse el contenido de este blog con permiso del autor.

martes, 19 de junio de 2012

Diez claves para el futuro del cine español (y II)


            Siguiendo con el artículo anterior, expongo a continuación las otros cinco puntos capitales que, en mi opinión, determinarán el futuro del cine en nuestro país.   

6) Mayor inversión en desarrollo y distribución
            Lo decía hace ya algunos años Jack Valenti, antiguo presidente de la MPAA, a sus homónimos europeos: “Ustedes, los europeos, producen muy buen cine. Saben hacer películas, y hacerlas muy bien. Su problema no está por tanto en la producción, sino en lo que viene antes (desarrollo) y después (marketing y distribución)”. Aparte de reajustar el volumen de largometrajes producidos, las asignaturas pendientes del cine español –al igual que el europeo– sigue siendo la inversión en desarrollo y en el lanzamiento de la película.
            La precaria situación financiera de muchas productoras lleva a que no se invierta suficiente tiempo y dinero en el desarrollo del proyecto, que incluye tanto la escritura y reescritura del guión como la elaboración de la estrategia financiera, de producción y distribución (Plan de Negocio). La consecuencia es que muchos proyectos cinematográficos llegan a la fase de producción sin estar suficientemente maduros o, lo que es peor, sin haber realizado un estudio de su viabilidad (entre otras cosas, porque no interesa enfrentarse a la realidad del mercado). Lo comentaba hace ya tiempo Andrés Vicente Gómez: “Los productores no pueden o no quieren hacer frente a los gastos de sostener más de un proyecto en desarrollo. Y es un error. Hay que cambiar esa manera de trabajar. Hay que dedicar más tiempo, esfuerzo y dinero a desarrollar cada proyecto; hay que tener el coraje de atreverse a no rodar cuando se piensa que una película o un guión no está listo, aunque para ello haya que renegociar con el equipos o luchar contra las ganas de rodar inmediatamente que tienen los directores...”.
            En cuanto a la promoción, los productores suelen llegar financieramente agotados al momento del lanzamiento, y los distribuidores cada vez son más remisos a adelantar los coste de copias y publicidad, y a atreverse con grandes campañas en estos tiempos de crisis. Y, sin embargo, como reza el dicho hollywoodiense, “conseguir rodar una película significa haber ganado solo la primera batalla; la otra es lograr venderla”. De la misma opinión es Pedro Pérez (FAPAE): “No nos tomamos en serio la promoción de las películas. No basta con contar buenas historias”. No son pocas las películas españolas de calidad que pasan inadvertidas para el gran público por no disponer de un adecuado presupuesto de marketing y distribución. Según datos ofrecidos por algunos productores, en nuestro país se invierte entre el 10% y el 20% del coste de la película en marketing y distribución. Quizá, como apuntaba hace unos meses Jesús Prieto, director general de la división de contenidos de Vértice 360º, en la revista Academia, haya que articular diversas medidas para favorecer la inyección de dinero en la campaña promocional, como puedan ser  facilitar el acceso de los distribuidores a líneas de crédito o considerar la inversión en el lanzamiento de las películas independientes como inversión de las distribuidoras, de modo que puedan optar a beneficios fiscales.

7) Reenfoque de las ayudas: mejorar los incentivos fiscales y desarrollar nuevas fórmulas
            Sin duda, este es un punto capital para el desarrollo y consolidación de nuestra industria cinematográfica. Un punto capital y también delicado, porque en él convergen las cuestiones políticas, económicas e industriales (por este orden). No es éste el lugar para debatir sobre la naturaleza de la industria del cine como industria cultural, ni en el necesario equilibrio entre arte y negocio. El cine, en Europa, necesita del apoyo del Estado. También aquí encontramos un difícil equilibrio entre el apoyo directo y el indirecto. Lo define bien Fernando Bovaira (Mod Producciones): “Si queremos que siga existiendo cine en España, no ya cine español, sino cine en España, el Estado tiene que tener una voluntad de apoyo. No tiene que haber dirigismo cultural, pero sí unas condiciones mínimas para que se pueda hacer cine”. Y Susana de la Sierra (ICAA) apostilla: “Lo cierto es que en ningún país –ni siquiera en Estados Unidos– funciona el cine sin apoyo público”.
Es precisamente la nueva directora del ICAA quien, en una reciente entrevista, ofrecía el siguiente discurso programático, que considero acertado: “En este sentido, parece que no hay fórmulas mágicas y que lo razonable sería seguir la arquitectura básica ya prevista en la Ley del Cine de 2007, con algunos ajustes: se habría de mantener un montante –el que sea posible en cada momento– para ayudas directas, quizás de carácter más selectivo y no diferido en el tiempo, combinándolo con un sistema más atractivo de incentivos fiscales (que no instrumentos de mecenazgo, objeto de una ley diferente) para productores en sentido estricto y para terceros inversores, que permitan a los productores montar planes de negocio en un marco de seguridad jurídica, teniendo en cuenta que el ‘negocio’ se desarrolla en un plazo de varios años”.
            Para los productores, tiene especial importancia lograr una desgravación fiscal más atractiva para los inversores. En otra entrevista, Pedro Pérez, presidente de FAPAE, comentaba sin tapujos: “Lo que realmente se reparte al año en España en subvenciones a la amortización son entre 40 y 50 millones de euros. Aquí nadie dice que las primas que se han dado a las renovables y a la energía eólica están por encima de los 6.000 millones, es decir, 120 veces más que al cine. Y da la sensación de que nosotros cargamos con todas las subvenciones que se dan en nuestro país. Quizá sea más estético dejar de ingresar dinero en el fisco que cogerlo del Tesoro: en Alemania las desgravaciones a Hacienda por una película están en el 40% y aquí en el 18%”. Y Gerardo Herrero constata: “La Hacienda española es muy complicada. Los funcionarios tienen una especie de animadversión por las desgravaciones fiscales, cosa que no entiendo porque existe en todos los países. Puerto Rico devuelve el 40% de los gastos de una producción, porcentaje que en Brasil supera el 100%. En Australia y Nueva Zelanda los incentivos fiscales son del 50%”. Ante tal nivel de demanda, Susana de la Sierra lanza un discurso de mayor ponderación: “Creo que cuando los productores piden un 40% de desgravación fiscal saben que no son realistas. Para satisfacer a ambas partes ni alcanzaremos el 40% ni nos quedaremos en el 20%. Estamos negociando los términos y soy la primera persona interesada en llegar tan lejos como podamos”.
Por otro lado, la apertura hacia nuevas posibilidades como el mecenazgo (objeto de una futura ley), deben ser vistas con optimismo, y como muestra de una diversificación necesaria en las vías de financiación de las industrias culturales. En el III Encuentro de Productores Audiovisuales, celebrado hace escasos meses en Madrid, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, propuso trabajar en tres direcciones: la creación de un marco regulatorio que facilite la convergencia de las industrias audiovisuales; mejorar las relaciones entre las televisiones y los productores, que permitan un beneficio equilibrado; y reformar los incentivos fiscales a través de la Ley de Mecenazgo, con desgravaciones superiores al actual 18%, para aumentar el interés de los inversores, no sólo en producción, sino también en distribución y exhibición. Esperemos que no sean palabras que se las lleve el viento de la crisis…

8) Sinergias con las TV
            La relación entre los productores de cine y las cadenas de televisión ha sido, cuanto menos, tumultuosa. Parece un matrimonio en permanente crisis, pero ambos se necesitan. La nueva Ley del Cine ha rebajado el porcentaje de inversión obligatoria en contenido cinematográfico nacional del 5% al 3% (aunque RTVE llega al 6%). Los productores siempre han demandado este obligatoriedad, mientras que los representantes de las cadenas lo ven casi como un “impuesto revolucionario”. Ghislain Barrois, consejero delegado de Telecinco Cinema, afirmaba no hace mucho: “Si no fuera por la obligación, y lo digo claramente, no invertiríamos un duro en el cine. Esta obligación es aberrante, nos obliga a invertir en un producto que después no emitimos. Cuando en el 99 apareció la ley, quizás se podía entender, y ni siquiera, pero ahora llevamos varios años sin emitir cine en nuestro canal, y a pesar de esto, estamos obligados a invertir. Es bastante ridículo”. Y es Pedro Pérez quien le contesta: “Telecinco invirtió, pero está recuperando su dinero e incluso va en el camino de ganar con una película como Celda 211. Las cadenas no están pagando ningún impuesto revolucionario, están reinvirtiendo para que haya cine en España”. Y añade: “En otros países, el cine se financia a través de las televisiones. En España las cadenas tienen las concesiones de emisión gratis y son las receptoras exclusivas de la publicidad, es normal que reinviertan una parte”.
Lo cierto es que las cadenas de televisión se han convertido en columna financiera imprescindible, y además, han demostrado un buen olfato comercial. Según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, entre 2004 y 2010 las cadenas nacionales invirtieron cerca del 70% de sus presupuestos cinematográficos en cine español (de este porcentaje, el 40% como inversión directa y el 60% como adquisición de derechos de emisión), siendo RTVE la cadena líder en compra de películas nacionales. El resultado de esa inversión no puede ser más rentable. Entre 2007 y 2010, por ejemplo, más de la mitad de las diez películas españolas más taquilleras cada año fueron coproducidas por Telecinco Cinema, Antena 3 Films o MediaPro (accionista de La Sexta). Solo entre las películas coproducidas por las dos primeras acumularon el 47% de los espectadores a lo largo de ese período, lo cual indica que las divisiones cinematográficas de las cadenas de televisión tienen buen ojo a la hora de apostar por proyectos comerciales. Por otra parte, hay que tener en cuenta que estas divisiones actúan siempre en régimen de coproducción, asociándose con productoras independientes.
El futuro del cine español pasa, en mi opinión, por un mayor entendimiento entre las cadenas de televisión y los productores. De ahí que subscriba las palabras de Gerardo Herrero, a este respecto: “Me da rabia no haber alcanzado una (mayor) sintonía con las cadenas privadas, con las que tendríamos que llegar a un acuerdo para trabajar en común (…). ¿De quién es la culpa de esta falta de entendimiento?
Pues de las dos partes. Espero que se produzca un cambio y llegar a una convivencia. Estoy convencido de que el cine puede funcionar en televisión y ser rentable”.

9) Nuevas formas de distribución y consumo online: de piratas a solidarios
También este es uno de los temas que mayores suspicacias ha levantado. Nadie duda de que estamos asistiendo a un proceso paulatino de migración tecnológica, impulsado por la revolución digital, que afectará a todos y cada uno de los eslabones (producción, distribución y exhibición) de la cadena de valor del producto cinematográfico. Esta profunda transformación requiere asimismo un cambio de mentalidad –de la analógica a la digital–. Más allá de las polémicas sobre la Ley Sinde o el canon digital, lo cierto es que el nuevo escenario que se avecina es imparable. Lo dejó bien claro Alex de la Iglesia con ocasión de la última entrega de los Premios Goya: “Las películas, queramos o no, se estrenarán en Internet, a un precio consensuado y razonable (…). La relación entre productores de contenidos y consumidores ha cambiado para siempre. Es una realidad imparable. Demos el primer paso o lo darán por nosotros. Hablemos, discutamos cómo hacerlo, pero no demos marcha atrás. Se necesita valentía, pero no creo que orgullo”.
Sin embargo, igual razón tiene Enrique González-Macho cuando, en la misma ceremonia, advertía que “la realidad, por el momento y probablemente por un espacio de tiempo demasiado largo, es que internet no forma parte de la actividad económica del cine. No dudamos de que formará parte esencial de nuestro futuro, pero ese futuro todavía no ha llegado”. En efecto, si acudimos a las cifras recogidas por Screen Digest, el negocio del cine online en España apenas alcanzó los 1,85 millones de euros (un 70% alquiler, un 29% compra y un 1% subscripción), muy por debajo de países como el Reino Unido, Francia o Alemania.
El Gobierno lo tiene claro. Como apunta Susana de la Sierra, “internet es un entorno de posibilidades infinitas que ofrece la inmediatez que demanda el público, y además puede ser la ventana idónea para exhibir todas esas películas que no llegan a las salas de cine”. Y más en concreto, “nos parece muy importante promover las plataformas que ofrecen vídeo bajo demanda, como Filmin, Filmotech o Youzee. Existen nuevos modelos de negocio, y nosotros los apoyaremos”. Para empezar, el ICAA ya ha comunicado que tendrá en cuenta los espectadores online de las películas españolas a la hora de conceder ayudas.
Frente a este deseable desarrollo, nos encontramos con el problema de la piratería. España es un país con muy mala prensa en este ámbito, como reflejan multitud de informes. España está en el cuarto puesto de la lista elaborada por el Congreso de Estados Unidos sobre los países con mayor intercambio de ficheros p2p. El índice de piratería en nuestro país (43%) supera a la media europea (35%). En España se producen alrededor de 350 millones de descargas. Si se aplica la cuota de mercado, unos 50 millones de descargas de películas españolas. En torno a un 75% de todas las descargas son “piratas”. En 2011 las pérdidas para el sector cinematográfico se cifraban en 1.900 millones de euros. Admitiendo que muchas de estas cifras carecen de precisión y se calculan grosso modo, es claro que  existe un lucro cesante de cierta magnitud para los productores y distribuidores.
Algunos piensan que la piratería solo afecta al cine norteamericano. Nada más lejos de la realidad. Cuando se estrenó Volver (2006), por ejemplo, los productores pusieron señuelos en internet. La primera semana hubo un millón de descargas. De ahí que Juan Gordon, de Morena Films, afirme: “Cada película podría tener 300 mil euros más de beneficio si no fuera por la piratería”.  Por eso Enrique Urbizu anima que los espectadores cambien de mentalidad: “No hay que culpabilizar al consumidor, pero sí que hay que proteger la propiedad intelectual y hay que poner coto a los que se están beneficiando con la puesta a disposición del público de productos sobre los que no tienen ningún derecho. Eso es de pura lógica: son miles de millones y muchísimos puestos de trabajo los que se están perdiendo”. Y añade: “Hay mucha gente equivocada. Para mí la mejor campaña para concienciar a la gente de que esos contenidos no son gratuitos y de que alguien se está lucrando con ellos, como ocurre con ese señor de Megaupload…”

10) Lavado de imagen
Como punto final, necesitamos diseñar una campaña para mejorar la imagen de nuestro cine en la opinión pública. En algún caso, han sido la toma de postura política la que ha provocado el alejamiento de una parte del público o la reacción de algunos medios de comunicación. Así lo entiende Pedro Pérez: “Tras los pronunciamientos políticos en la Guerra de Irak de muchos cineastas, algunos comunicadores atacaron al gremio desde el punto de vista profesional, en lugar de rebatir sus argumentos políticos (…). El clima general que se ha creado en los medios no ha sido positivo”. En otros casos, se acusa a los cineastas de vivir de la subvención y ser unos pedigüeños. También rebate este punto el presidente de FAPAE, como se apuntaba antes: “Aquí nadie dice que las primas que se han dado a las renovables y a la energía eólica están por encima de los 6.000 millones, es decir, 120 veces más que al cine. Y da la sensación de que nosotros cargamos con todas las subvenciones que se dan en nuestro país”.
Es ésta una tarea que la directora del ICAA tiene muy clara, y así lo exponía en una entrevista en Screen Daily: “Creo que tenemos un problema de opinión pública. Tenemos que lograr mejores películas para el gran público y, al mismo tiempo, mejorar este problema de imagen. Hay rutinas que deberemos cambiar”. Que así sea.

Nota: Las declaraciones de los productores proceden de la colección de entrevistas incluidas en el libro La aritmética de la creación, de Jara Yáñez (2009) y de la revista Academia (julio 2011).

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