lunes, 24 de diciembre de 2012

El esperado regreso de Peter Jackson a la Tierra Media

         “Nunca voy a volver a filmar tres películas al mismo tiempo y jamás voy a volver a filmar una película tan exitosa como El Señor de los Anillos (ESDLA), así que tengo plena conciencia de que, haga lo que haga, estos tres filmes van a quedar como el máximo logro de mi filmografía. Y no es algo que me quite el sueño”. Así se expresaba Peter Jackson poco después de concluir la primera saga del Anillo. Por fortuna, no ha cumplido su palabra: la atracción del Anillo, una vez más, se ha demostrado irresistible. A mediados de diciembre del año pasado, la primera entrega de El hobbit (Un viaje inesperado) llegaba casi de modo simultáneo a las pantallas de más de sesenta países. La nueva incursión del director neozelandés en la Tierra Media había generado grandes expectativas. El resultado, si bien no está a la altura de su anterior aventura, no deja de ser sorprendente.
Todo lo que tiene que ver con el Anillo parece requerir un esfuerzo sobrehumano y una voluntad férrea para superar escollos. Jackson ya lo había experimentado en la anterior trilogía, y lo ha vuelto a experimentar en ésta. En este primer artículo sobre el regreso de Peter Jackson a la Tierra Media nos centraremos en el desarrollo y producción del proyecto. Y antes de terminar el año, volveremos para hacer un balance del resultado.
Historia de una ida y de una vuelta
El primer intento de Peter Jackson por llevar a la pantalla las aventuras de Bilbo Bolsón había tenido lugar a mediados de los años 90, cuando investigó quién poseía los derechos sobre las obras de Tolkien. Descubrió que la situación legal era más complicada de lo previsto. Mientras los derechos de ESDLA pertenecían a Saul Zaentz (productor de la versión animada de Ralph Bakshi), los de El hobbit habían sido cedidos por Zaentz a United Artists, asumida a su vez por la MGM. Fue este el motivo por el cual Jackson se decantó por ESDLA.
Tras el éxito de la trilogía del Anillo, era cuestión de tiempo que se anunciara la adaptación del relato primigenio. Sin embargo, la agotadora experiencia de ESDLA había hecho mella en Peter Jackson, quien no estaba demasiado animado para dirigir la “precuela”. Era una mezcla de cansancio, hartura y del convencimiento de que con la primera trilogía había alcanzado unas cotas difícilmente superables: “Pensé que si me comprometía a dirigir El hobbit estaría pensando constantemente en lo que había logrado con ESDLA, como si tuviera que construir sobre eso o mejorarlo. Competir contra mis propias película iba a ser una experiencia bastante frustrante”. No le faltaba razón. La trilogía del Anillo había recaudado casi 3.000 millones de dólares en el mundo entero y había acaparado multitud de premios (entre otros, 17 Oscars®, 11 de ellos por El retorno del Rey, 2003). Jackson era consciente de haber alcanzado la cúspide y no era fácil repetir suerte. A esto se unía una relación agridulce con New Line, el miniestudio otrora independiente y asociado ahora a Warner Brothers, que había producido la primera saga. En efecto, en marzo de 2005, saltó a la prensa la demanda interpuesta por Jackson contra New Line, reclamando una parte millonaria de los beneficios de La Comunidad del Anillo (2001) y criticando al estudio por su opacidad en las cuentas de resultados de explotación. La demanda provocó la ruptura de relaciones entre el miniestudio y el director neozelandés, que complicó la futura adaptación cinematográfica de El hobbit. Finalmente, ambas partes llegaron a una reconciliación que permitió relanzar el proyecto de El hobbit con Peter Jackson como productor y coguionista, pero no como director.
Tras barajar varios nombres, se decantaran por el director mexicano Guillermo del Toro, que había dado muestras de su imaginación desbordante en películas como Hellboy (2004) y El laberinto del fauno (2006). Corría el año 2008 cuando Del Toro se unió a Peter Jackson, Fran Walsh y Phillipa Boyens en la tarea de adaptar el libro al guión y el diseño visual de la historia. Ya por entonces, Weta Workshop (la firma de efectos especiales creada por Jackson y Richard Taylor) llevaba tres años realizando bocetos y diseños para este proyecto. La incorporación de Del Toro imprimió un nuevo rumbo y aceleró el ritmo. Sin embargo, los problemas financieros y legales que atravesaba MGM (propietaria de los derechos) se prolongaron, provocando una permanente incertidumbre. Tales circunstancias terminaron por minar la paciencia del director mexicano, que abandonó el proyecto a finales de mayo de 2010. La prensa fue rauda en barajar nombres de otros posibles candidatos. Quizá por eso mismo, la productora salió al paso de las especulaciones y en octubre de ese año anunció –para gozo y tranquilidad de muchos fans– que el propio Jackson se encargaría de dirigir El hobbit. “Sencillamente regresaba a la Tierra Media para contar una nueva historia”, apunta el director neozelandés.
Con todo, el proyecto sufrió nuevos retrasos por causas varias. Para empezar, la amenaza de boicot promovida por los sindicatos de actores neozelandeses a raíz de disputas sobre las condiciones laborales, ante la que los productores contraatacaron con otra amenaza mayor: la posibilidad de que las películas se rodaran fuera de Nueva Zelanda. Dado el beneficioso impacto que para el país había tenido la producción de ESDLA, el gobierno neozelandés se apresuró a actuar de árbitro y consiguió apaciguar los ánimos, ante la presión de Warner Brothers. El rodaje se anunció para principios del 2011 y fue justo entonces cuando Peter Jackson tuvo que ser ingresado en el hospital con motivo de una úlcera de estómago, de la que fue operado. Por fin, el 21 de marzo de 2011, doce años después del comienzo del rodaje de ESDLA, volvía a escucharse de nuevo “¡acción!” en la Tierra Media. El rodaje se prolongó a lo largo de dieciocho meses, y el presupuesto (de las tres películas) superó los 500 millones de euros.
¿Un Hobbit más oscuro en tres películas?
Si algo sorprendió del anuncio público sobre la producción de El hobbit fue el hecho de que iba a dividirse en dos películas. Dada la naturaleza infantil de este primer libro, más lineal y simple que ESDLA, muchos entendieron el verbo “dividir” como “estirar”. ¿Daba la historia de El hobbit para dos –no digamos tres– películas?
Para el equipo de guionistas –Jackson, Fran Walsh, Phillipa Boyens y el propio Del Toro– el reto era doble: por un lado, equilibrar el tono de El hobbit para hacerlo más acorde con el de ESDLA; por otro, integrar suficiente material adicional como para justificar una nueva trilogía. Refiriéndose al primero de estos aspectos, señala Jackson: “Durante mucho tiempo pensé en el El hobbit como en un libro infantil y en ESDLA como más adulto. La [anterior] trilogía se centra en un enfrentamiento dramático entre el bien y el mal, que se intensifica hasta una conclusión apocalíptica. El hobbit trata simplemente de un grupo de enanos que intentan reconquistar su patria; el destino del mundo no está en juego. Por eso, regresar a ese mundo para realizar una película destinada a un público más joven no era algo que realmente me apeteciera. Tenía que encontrar un camino, y el camino que descubrí pasaba por la personalidad de los enanos. Necesitábamos saber qué tipo de enanos eran, así que empezamos por establecer su linaje, antecedentes y posición social, desde los miembros de la familia real enana a los de la clase trabajadora”. A esto se añadió el recurso a personajes emblemáticos de la primera trilogía (Elrond, Galadriel, Saruman…) con vistas a reforzar también la unidad entre las dos historias.
En cuanto al segundo aspecto, explica Jackson: “El hobbit es más episódico que la trilogía y no posee diferentes líneas argumentales que se puedan intercalar. Así que vamos más allá de las páginas de la novela y hemos tenido en cuenta los apéndices que Tolkien escribió para ESDLA, que explican los acontecimientos que ocurren antes y después de lo narrado en El hobbit. El uso de este material nos ha ayudado a insertar la historia en la mitología más amplia de Tolkien (…). En nuestra adaptación de El hobbit, hemos hecho algo que Tolkien no logró en el papel, y espero que esto resulte refrescante para la gente que no ha visto nunca toda la historia desarrollada en orden cronológico”. 
En opinión de las guionistas, sea cual fuere la diferencia de tono, ambas historias poseen en su esencia una coherencia argumental y cosmogónica. Es Fran Walsh, por ejemplo, quien afirma: “Siempre hemos visto El hobbit como un novela de fantasía un poquito más positiva. Sin embargo, según se llega al final de la novela se cae en la cuenta del modo en que Tolkien allana el camino para situarse donde comienza el épico viaje de ESDLA, lo que para nosotros es la transición natural hacia un tiempo más oscuro. El honor, el liderazgo y el poder, los grandes temas que prevalecen en ESDLA, despiertan en El hobbit”. Y Philippa Boyens, la más “tolkieniana” del equipo de guionistas, explica: “Existen conflictos, relaciones y hechos a los que se hace alusión indirectamente pero que no están explícitamente descritos en el libro, así que cuando Tolkien se sentó a escribir su continuación y terminó escribiendo El Señor de los Anillos, se tomó un tiempo para releer los hechos que rodeaban a El hobbit porque tenía la sensación de que dentro de ese pequeño libro infantil se encontraba la semilla de un leyenda más grande”.
Para lograr ambas cosas, Jackson, Walsh y Boyens acudieron a los apéndices contenidos al final de ESDLA. “Las referencias que tenemos del Concilio Blanco aparecen en las notas que Tolkien creó como parte del universo de la Tierra Media”, subraya Jackson. “Ellos son los verdaderos guardianes de la Tierra Media. Se creó para mantenerla vigilada de cualquier peligro. Si hablamos de material, para nosotros es una mina de oro porque nos permite introducir en las películas personajes que ya habíamos introducido y contar la fascinante historia de su presencia en Dol Guldur”.
Una Tierra Media más idílica
Jackson y su equipo querían transmitir una sensación de armonía visual con la anterior trilogía, con una importante diferencia: “Una década después, gran parte de la imaginería de la Tierra Media se ha vuelto muy representativa”, comenta, “pero para El hobbit era importante crear la sensación de que se trata de una época más idílica. La oscuridad que descenderá sobre este mundo se está gestando pero todavía no se ha expandido, y queríamos reflejar esa idea visualmente con un tono más ligero y que recordase más a un cuento en cuanto a diseño y fotografía”.
Ilustración de John Howe                                                     Fotograma de la película
Con el arte conceptual de Alan Lee y John Howe como guía, Dan Hennah diseñó los escenarios teniendo en mente las exigencias de Jackson respecto al realismo y exquisitez de detalles. “Esta película es una road movie”, explica. “Al viajar por ese camino, Bilbo y los enanos van descubriendo una gran variedad de culturas muy diferentes entre sí. Hemos intentado reflejar la naturaleza épica del viaje sin dejar de ser fieles a nuestra visión global del mundo de Tolkien. En esencia, es la misma geografía de la Tierra Media que establecimos en ESDLA, pero mientras en aquellas películas fuimos hacia el sur, esta vez vamos hacia el este. De manera que, en términos de nuestro mundo, la inspiración para estas localizaciones orientales fueron Noruega, Rusia e incluso algunas influencias asiáticas, aunque siempre se trata de una insinuación más que de algo específico”.
Viejos y nuevos rostros
Para realizar el papel del hobbit protagonista Jackson y sus colaboradores tenían a un nombre en mente: Martin Freeman, actor británico conocido por la serie Sherlock, capaz de dotar de gran humanidad y humor espontáneo a sus personajes, sean cómicos o dramáticos. “Martin tiene el asombroso don de ser vulnerable y fuerte al mismo tiempo,” dice de él Phillipa Boyens. “Es capaz de ser divertido y sufrido al mismo tiempo. Todas esas cualidades son las que nos hicieron ver en él a Bilbo Bolsón. Sabíamos que Martin podía llevaros de la mano en este extraordinario viaje”.
Junto a Bilbo, coprotagonizan la película Ian McKellen, que de nuevo da vida a Gandalf el Gris, y Richard Armitage, en el papel de Thorin Escudo de Roble. Otros actores que también vuelven a desempeñar papeles que ya hicieron en ESDLA son Cate Blanchett (Galadriel), Ian Holm (Bilbo anciano),  Christopher Lee (Saruman), Hugo Weaving (Elrond), Elijah Wood (Frodo), y Andy Serkis (Gollum). A ellos se une el variopinto grupo de enanos: Ken Stott (Balin), Graham McTavish (Dwalin), William Kircher (Bifur), James Nesbitt (Bofur), Stephen Hunter (Bombur), Dean O’Gorman (Fili), Aidan Turner (Kili), John Callen (Oin), Peter Hambleton (Gloin), Jed Brophy (Nori), Mark Hadlow (Dori) y Adam Brown (Ori). De este grupo, la mitad son neozelandeses (quizá por exigencias de los acuerdos con los sindicatos de ese país). Cierran el reparto Sylvester McCoy (Radagast), Barry Humphries (El Gran Trasgo), Lee Pace (Thranduil) y Manu Bennett (Azog, el orco pálido).
Tecnología al servicio de la experiencia audiovisual
Por primera vez, Jackson ha hecho uso de cámaras digitales Red Epic de última generación para grabar la película en 3D en 48 fotogramas por segundo (fps) para que pudiese verse en High Frame Rate (HFR) 3D, además de en los formatos estándar. “Queremos que la experiencia que se sienta al ver las películas de El hobbit vaya mucho más allá de lo que se sintió con ESDLA” comenta Jackson. Compactas y móviles, estas cámaras se adaptan a la plataforma rodante, a la grúa y al rodaje con cámara en mano mientras registraban muchísima más información que las cámaras tradicionales, con una calidad nunca vista. Pese a haber transcurrido una década entre las dos películas y a todos los avances tecnológicos que han tenido lugar en ese tiempo, el director de fotografía Andrew Lesnie quería mantener la textura visual de ESDLA y a la vez aprovechar todas las posibilidades que ofrece esta nueva tecnología. “Como las imágenes a 48 fps son tan claras y tan definidas, utilicé una iluminación más suave para crear una sensación más ‘fílmica’, y en el proceso de nivelado de la postproducción, sudamos tinta para darle a la película un poco de suavidad y cuerpo”, comenta Lesnie. Con todo, ha sido ésta una de las decisiones más criticadas.
En cuanto a los efectos digitales, los colaboradores de Jackson han conseguido nuevas cotas de perfección. En concreto, se utilizó un plató de captura de movimiento conocido como MoCap (abreviatura de Motion Capture), desarrollado por Weta Digital para Avatar (2009) y Tintín (2011). Las mejoras que Weta Digital ha introducido en sus proyectos de captura de movimientos hicieron posible que los actores que doblan a personajes digitales interactuasen en directo y sin interrupciones en las escenas. Este proceso permitió a Jackson dirigir y encuadrar la cámara para dos actores reales, incluso aunque posteriormente se fuera a remplazar a uno de ellos por un personaje digital. “Como cineasta, me siento muy afortunado de haber podido utilizar tanto técnicas de rodaje tradicionales como nuevas tecnologías que se desarrollan cada día más y más”, señala Jackson. Siempre quiero que el público se sumerja en las películas que hago. No quiero que la gente simplemente vea la película en la pantalla, quiero que se sientan como si realmente fueran a mi lado en esta aventura por la Tierra Media”.
Nuevos temas para una gran sinfonía
Impregnada de los memorables rasgos de la gran ópera sinfónica anterior, la evocadora banda sonora de El hobbit expande musicalmente el universo Tolkien. “Llevaba bastante tiempo deseando volver al imaginativo mundo de la Tierra Media”, comenta el compositor Howard Shore. Y añade: “Creo que elegir la paleta musical es muy parecido a elegir al reparto. Es importante encajar el sonido de la música con la esencia de los personajes, así como con la historia”. En efecto, la música nunca es tan lírica como lo es en la Comarca, para la que el compositor utilizó instrumentos folclóricos, como la flauta irlandesa y el dulcémele. El tema de su hogar acompaña a Bilbo durante la aventura, pero evoluciona con el personaje a medida que la experiencia lo cambia a él también. Con la aparición de Gandalf, la música evoca la llamada a la aventura y los cambios que se producirán en la vida de Bilbo. Shore también creó un tema principal para los enanos, una melodía enérgica y melancólica a la vez, con un corno francés como marca musical de Thorin que recuerda a Erebor, su patria perdida. Al volver a Rivendel, resuena el tema de Galadriel, iluminado con un coro femenino y una armonía de cuerda. La música evoca los sucesos de mal augurio de Dol Guldur, en la reunión del majestuoso Concilio Blanco. A medida que avanza el viaje, los ritmos de percusión marcan las cuevas de los trasgos y por debajo de ellos resuena mísero tema de Gollum. No faltan varias canciones, en especial la “Canción de la Montaña Solitaria” en los créditos finales, interpretada por el cantante neozelandés Neil Finn (líder de Crowded House).
¿Expectativas cumplidas?
Tras su estreno, El hobbit: un viaje inesperado ha batido récords de taquilla, aunque no en el nivel esperado. Puede deducirse que el público ha respondido. La crítica, en cambio, ha sido menos benigna. Parece claro que, en este caso, crítica y público valoran de distinto modo esta nueva incursión de Jackson en la Tierra Media. En el próximo artículo –último del año– haremos un balance del resultado.




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