lunes, 12 de agosto de 2013

Elías Querejeta, in memoriam


Hace ya un par de meses nos dejó Elías Querejeta (1934-2013), uno de los productores más emblemáticos del cine español y europeo de las últimas décadas. En su momento, se publicaron numerosos obituarios, testimonios y artículos en homenaje, tanto en la prensa nacional como internacional. Por mi parte, he querido dejar pasar un tiempo antes de escribir estas letras de reconocimiento a su persona y a su larga y exitosa trayectoria profesional. No es mi intención repetir información biográfica o filmográfica ya conocida ni presentar una simple semblanza, sino resaltar su figura en el panorama cinematográfico reciente.



El resurgir del productor creativo

El perfil profesional del productor cinematográfico ha atravesado etapas muy diversas en su primer siglo de vida. A momentos de gran protagonismo y esplendor –época del sistema de estudios de Hollywood, o de los grandes centros de producción en diversos países de Europa en la primera mitad del siglo XX–, han sucedido otros de empequeñecimiento y olvido –tras el auge del llamado cine de autor a partir de los años sesenta–. Sin embargo, la década siguiente vería florecer de nuevo la figura del productor y, más en concreto, del productor creativo.

En efecto, a partir de ese momento –y con particular fuerza en los ochenta y noventa– emergió una nueva generación de productores a ambos lados del Atlántico que actuaron como origen e inspiración de proyectos y contribuyeron a restaurar la confianza en este quehacer profesional. Así sucedió también en Europa, pese a la fuerte tradición del cine de autor. Algunos ejemplos son Carlo Ponti, Dino De Laurentiis, y Franco Cristaldi en Italia; Pierre Braunberger, Claude Berri, Alain Poiré o Marin Karmitz en Francia; Bernd Eichinger y Dieter Geissler en Alemania; David Puttnam y Jeremy Thomas en Inglaterra; Elías Querejeta y Andrés Vicente Gómez en España.

No todos comparten los mismos principios, ni representan un mismo estilo de producción. Sin embargo, todos ellos han logrado asociar un valor a su nombre, creando una cierta “marca” o “sello” personal. En otras palabras, son productores cuyo nombre se conoce –algo muy excepcional en esta profesión. Todos ellos han desempeñado un papel protagonista en sus respectivas cinematografías nacionales, han sido descubridores y promotores de directores que a la postre han resultado emblemáticos, y con sus películas han contribuido a la fama internacional del cine de sus respectivos países.

Un productor-autor

Entre todos ellos, Elías Querejeta puede considerarse un pionero, no sólo por comenzar su carrera a principios de los sesenta, sino por su genio autodidacto, su agudeza e intuición cinematográficas y su particular entendimiento de este oficio (como veremos en el próximo artículo, con sus propias palabras). Su nombre está asociado a los trabajos iniciales de Antxón Eceiza, gran parte de la filmografía de Carlos Saura, el descubrimiento y confirmación de Víctor Erice, la primera película de Manuel Gutiérrez Aragón, obras fundamentales de Ricardo Franco, Francisco Regueiro y Jaime Chávarri, y el lanzamiento de Montxo Armendáriz, Fernando León de Aranoa y, por supuesto, de su hija Gracia Querejeta.


Uno de ellos, Gutiérrez Aragón, sintetiza así la herencia dejada por este productor: “Querejeta fue el primero que se planteó y consiguió que el producir fuera un arte comparable al de pintar, escribir o dirigir cine. Elías consiguió algo riguroso y aseado. Marcó un estilo en cuanto a la compenetración de un equipo formado por creadores”.

No es de extrañar que su figura haya atraído el interés de diversos estudiosos, hasta el punto de que se trata de uno de los pocos productores europeos sobre los que se han escrito varios libros. En 1986 se publicó El cine de Elías Querejeta: un productor singular, de Juan Hernández Les (Bilbao: Ediciones Mensajero), a partir de una tesis doctoral (pionera en España). Diez años más tarde, el Festival de San Sebastián homenajeaba la trayectoria de Querejeta con el volumen Elías Querejeta: la producción como discurso, escrito por Jesús Angulo, Carlos F. Heredero y José Luis Rebordinos (San Sebastián: Filmoteca Vasca, 1996). Finalmente, en 2011 vio la luz The films of Elías Querejeta: a producer of landscapes, de Tom Whittaker (Cardiff: University of Wales Press).

Como han afirmado algunos de estos autores, “sucede que estamos ante un raro y excepcional caso –al menos en España– de productor-autor cuya huella se deja ver, si bien en unos títulos con más intensidad que en otros, sobre la superficie de las películas que llevan su marca”, aunque entienden como abusiva “la consideración generalizada de Querejeta como co-autor de los títulos producidos por su empresa” (Angulo et al.). Sea como fuere, su aportación no se ha quedado en el planteamiento empresarial o en la provisión de recursos. Su cine se ha caracterizado más bien por ser “ideológicamente comprometido, socialmente consciente, intelectualmente activo, estéticamente exigente e industrialmente firme” (Angulo et al.). Son pocos los cineastas de los que se puede predicar semejante equilibrio de cualidades. Quizá por ello mismo merezca el calificativo de Productor, con mayúscula.

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