martes, 24 de junio de 2014

Cómo la digitalización está transformando la industria cinematográfica (2): Distribución

            Continuamos la serie de artículos sobre el impacto de la revolución digital en la industria del cine. En esta segunda entrega, abordamos el sector de la distribución. En los últimos años estamos experimentando cómo la desaparición de la copia física y la consolidación de internet como mercado virtual han transformado también este negocio de intermediación. La tradicional secuencia de ventanas está en entredicho y los distribuidores advierten que su papel como meros eslabones entre creadores-productores y los mercados no garantiza su supervivencia. Asistimos a un cambio de paradigma en este sector intermedio, y también de mentalidad empresarial.



Un cambio de paradigma: del viejo al nuevo modelo de distribución


            En un artículo anterior tuvimos la oportunidad de abordar este paso del del “viejo” al “nuevo” paradigma audiovisual, de la mano de Peter Broderick en su artículo titulado “Welcome to the New World of Distribution” (Indie Wire). En resumen, este experto viene a explicar cómo la distribución digital presenta unas ventajas indudables frente a la distribución analógica (menor coste, contacto directo entre productores y consumidores, ausencia de límites físicos y territoriales, consumo personalizado, etc.), que obligan a un cambio de mentalidad empresarial.

            Aunque la vida transcurre de modo más ralentizado que lo que los cambios tecnológicos parecen augurar, el paso del tiempo ha confirmado gran parte de estas tendencias. Con todo, la transición entre lo analógico y lo digital no será drástica. De hecho, observamos cómo ambos modelos conviven pacíficamente, en parte gracias a su dependencia generacional. En cualquier caso, el sector de la distribución está sufriendo una crisis de identidad (también las cadenas de televisión) y debe redefinir su rol de intermediación.

Reformulación del papel del distribuidor: hacia nuevas formas de (des)intermediación


            Como consecuencia de lo afirmado en el punto anterior, el sector de la distribución –tal y como lo conocemos– está condenado a desaparecer o a experimentar una profunda transformación. El nuevo escenario digital reclama nuevas formas de intermediación o, en término acuñado por Dina Iordanova, de “desintermediación”. Como explica esta autora, el mercado virtual, donde no existe copia física, permite una el contacto directo entre creadores o productores y los consumidores, con el consiguiente abaratamiento de costes. Los intermediarios tradicionales (distribuidores), especializados sobre todo en cuestiones logísticas y operativas, ya no resultan necesarios. Se crea así “una situación donde los distribuidores, al verse fuera de sus oportunidades lucrativas, se resisten al cambio. Por el contrario, los negocios digitales, que obvian a los intermediarios, proveedores de contenidos u operadores de cable, están planteados para obtener beneficios”.

            En este sentido, más que de “desintermediación”, deberíamos hablar de reinvención de las estrategias de distribución, ya que propiamente los intermediarios siguen siendo necesarios para filtrar y empaquetar el producto (películas, series y otros contenidos audiovisuales) de modos que resulten atractivos para el público consumidor. En otras palabras, la intermediación deja de ser un ámbito exclusivo de unos pocos controladores de entrada al mercado o gatekeepers (las majors americanas o los distribuidores nacionales) para dar cabida a otros tantos (nuevas plataformas de consumo audiovisual online). Este sería el caso de canales de video-bajo-demanda (VoD) como TiVo, Netflix o Direct TV en Estados Unidos; LoveFilm (adquirida por Amazon) en el Reino Unido; o Filmin y Filmotech en España. O las grandes tiendas virtuales que se transforman igualmente en plataformas de pago de contenidos audiovisuales, como Amazon, Best Buy, Walmart o El Corte Inglés. Cabría incluir asimismo a los fabricantes de hardware y software como Apple (Apple TV) o Sony (PlaySation). Finalmente, otro ejemplo de nuevos intermediarios son los motores de búsqueda o de agregación de contenidos, en especial aquellos que también están ligados a redes sociales, como Google (Google TV) o Facebook.



            A lo anterior habría que añadir un fenómeno paralelo, identificado por Ramon Lobato. Este autor propone una nueva tipología de distribución cinematográfica, en la que diferencia entre los sistemas o estructuras “formales” y las “informales”. Mientras que las primeros equivaldrían a los canales de distribución convencionales (las majors de Hollywood o los distribuidores independientes), los segundos estarían compuestos por aquellas vías alternativas de distribución (tanto legales como ilegales, analógicos o virtuales) que generan asimismo un alto tráfico de películas en todo el mundo y, en muchos casos, suponen una especie de “economía sumergida” o “en la sombra”.

Redefinición de la secuencia de ventanas de explotación comercial


          Esta transformación del status quo de los distribuidores, unida a las características de los mercados virtuales y, sobre todo, a los nuevos hábitos de consumo digital, está llevando a replantear la actual secuencia de ventanas de explotación comercial. Por un lado, se tiende a reducir el período de exclusividad de la ventana cinematográfica para hacer frente a una mayor competencia (mayor número de estrenos) y paliar los efectos de la piratería. Por otro lado, el consumo personalizado que los nativos digitales demandan obliga a plantear estrategias de estreno simultáneo en varias plataformas, con la correspondiente discriminación de precios. Ejemplos recientes serían dos películas como Margin Call (2011) estrenada simultáneamente en cine y vídeo-bajo-demanda; o Abduction (2011) estrenada a la vez en cine, DVD e internet. En España, hemos asistido al caso de Carmina o revienta (2012).

            Sin embargo, esta estrategia tardará en implantarse de manera generalizada, dada la oposición de los distribuidores y exhibidores, que continúan controlando el mercado cinematográfico. Así ha quedado claro tras la reciente diatriba entre Ted Sarandos, responsable de contenido de Netflix y defensor del estreno simultáneo multiplataforma, y John Fithian, representante de los exhibidores norteamericanos, que se opone a esta opción. De igual modo, en Europa existe también una férrea oposición por parte de los exhibidores, como lo demostró la amenaza de boicot a Disney en varios países cuando anunció su deseo de reducir el período de explotación en salas de algunos de sus estrenos para que pudieran estar disponibles antes en el mercado de vídeo-bajo-demanda.

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martes, 10 de junio de 2014

Cómo la digitalización está transformando la industria cinematográfica (1): Producción

            “El mundo ha cambiado. Lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire…” Estas palabras que el personaje de Galadriel pronuncia en la obertura de la trilogía de El Señor de los Anillos realizada por Peter Jackson bien podrían aplicarse a la situación que vive hoy día la industria del entretenimiento, y más particularmente del cine. Desde sus mismos orígenes, el llamado séptimo arte ha estado estrechamente ligado a los avances tecnológicos. Sin embargo, la digitalización ha supuesto para la industria cinematográfica una revolución mucho mayor de lo que en su día significó la incorporación del sonido, del color o el advenimiento de la televisión. La tradicional cadena de valor, inamovible durante décadas, ha comenzado a resquebrajarse y los modelos de negocio han quedado obsoletos. Todo el sistema amenaza con saltar por los aires, y cada uno de los sectores clásicos –producción, distribución y exhibición– asumen que deben reinventarse para sobrevivir en un escenario cada vez más cambiante y vertiginoso. Así lo reconocía Steven Spielberg en un encuentro que mantuvo, junto con George Lucas, en la School of Cinematic Arts de USC (University of Southern California) en junio de 2013, frente a una audiencia compuesta de estudiantes y periodistas: “O esto acaba en una implosión o en un gran desastre”, auguró entonces.

Spielberg y Lucas en USC (Variety)

            En efecto, la industria del cine se encuentra en una encrucijada: está cambiando el modo de producir películas, el modo de distribuirlas y el modo de comercializarlas. En lo próximos artículos, ofreceré una reflexión sobre las transformaciones más notables que cabe apreciar en la industria cinematográfica, en cada uno de los sectores clásicos, desde la producción hasta la explotación comercial en salas y en otras ventanas, pasando por la distribución.

Los tres ejes de la revolución digital: mercados, consumidores, tecnología

            Si tuviéramos que dibujar la matriz que encuadra esta profunda transformación, deberíamos construirla sobre tres ejes: por un lado, la emergencia de un nuevo mercado para la explotación de contenidos audiovisuales (internet y los dispositivos móviles); por otro, el surgimiento de un nuevo perfil de consumidor (los nativos digitales); y, finalmente, la democratización y abaratamiento de los medios de producción (cámaras, ediciones digitales, software de post-producción).
            El nuevo mercado audiovisual, caracterizado por la desaparición de la copia física, es sustancialmente virtual y permite un acceso casi ilimitado a todo tipo de contenidos, una vez eliminadas las complicaciones logísticas. Inicialmente, esta ventana comercial emergente fue bautizada como “el mercado de la larga cola” (long tail markets), término acuñado por Chris Anderson y que podría traducirse como “mercados agregados”. La explotación comercial a través de internet, lejos de ser un mercado marginal, posee cada vez un mayor peso por tres razones: a) consigue agregar a un público de por sí disperso y fragmentado que, tomado en conjunto, viene a representar un mercado significativo; b) elimina los costes de distribución y permite un consumo más personalizado y más acorde con las demandas de la net-generation; y c) se trata un mercado que no discrimina al producto en razón de su popularidad, antes bien, resulta especialmente adecuado para productos minoritarios o especializados. De este modo, este mercado virtual puede llegar a añadir un importante margen de beneficio a la facturación total de una obra audiovisual, máxime si se flexibiliza la actual secuencia de ventanas. Lo anterior no significa que los títulos más rentables en las ventanas tradicionales no lo sigan siendo en este nuevo mercado, sino más bien que otros títulos menos conocidos o marginales pueden tener cabida, al ser demandados también por ese público fragmentado (o de nicho). Así pues, aumenta la posibilidad de amortizar un determinado catálogo de obras audiovisuales y, por tanto, el margen de beneficio.

Chris Anderson (salon.com)

            Por otro lado, el nuevo perfil del consumidor, perteneciente a la net-generation o nativos digitales, se caracteriza por haber desarrollado unos hábitos de consumo audiovisual, tales como: a) una actitud más participativa y proactiva hacia el entretenimiento, no solo como meros espectadores sino también como creadores de contenidos (user generated contents); b) capacidad multitarea; c) alto grado de socialización a través de comunidades virtuales (Facebook, Twitter); d) preferencia por la versatilidad y portabilidad frente a la calidad (tamaño de pantalla); e) consumo personalizado (accesibilidad, flexibilidad, portabilidad); y f) poco sensible a los derechos de propiedad intelectual en la red (proclives a la piratería). Se trata en suma de una audiencia proactiva en un mercado fragmentado, en el que el centro de gravedad ha pasado del producto al consumidor, y donde los contenidos deben estar disponibles a la vez y de manera casi instantánea en cualquier plataforma o dispositivo. El nuevo usuario-espectador-consumidor busca ver lo que quiera, cuando quiera, donde quiera y como quiera. Estamos, por tanto, ante “la cultura Martini” (máxima comodidad, compensación inmediata) como acertadamente la ha bautizado Michael Gubbins.

Michael Gubbins (cine-regio.org)

            Finalmente, el abaratamiento y democratización de los medios de producción (y distribución) constituye un tercer fenómeno. Aunque lo comentemos en último lugar, viene a ser, de hecho, como la premisa. La tecnología digital ha permitido aumentar la calidad del producto audiovisual, al mismo tiempo que ha abaratado los costes de producción y distribución. De este modo, ha roto las barreras de entrada para los jóvenes talentos y ha abierto innumerables posibilidades creativas a la hora de recrear universos de ficción. Por otro lado, la incorporación del estándar digital está obligando ha replantear la tradicional secuencia de etapas (pre-producción, producción y post-producción) y a impulsar nuevos perfiles profesionales, cada vez más especializados y centrados en los procesos técnicos. Al mismo tiempo, la desaparición de la copia física ha sumido al sector de la distribución en una profunda crisis de identidad; y el aumento de calidad (en los formatos domésticos) ha obligado a los exhibidores a replantear su modelo de negocio.

            Analizaremos a continuación los principales cambios en cada uno de los tres sectores clásicos y añadiremos también los que afectan a los modos de consumo.

Cambios en la producción

            El impacto de la tecnología digital en el proceso de “fabricación” o “elaboración” de una película se advierte en varios frentes. Por un lado, la generación digital de imágenes ha permitido ensanchar los límites de la creatividad, haciendo posible casi cualquier mundo posible concebido por un guionista o un director. Además, la digitalización ha permitido lograr una mejor relación entre coste y calidad del resultado, lo que ha facilitado la democratización de los medios de producción y, por tanto, la eliminación de barreras de entrada al mercado profesional. Al mismo tiempo, la incorporación de tecnología digital al proceso de producción está difuminando las fronteras entre las etapas tradicionales (pre-producción, producción y post-producción), y obligando a una mayor especialización. 

Hacia una creatividad casi ilimitada

            Desde un punto de vista creativo, las posibilidades que ofrece la generación digital de imágenes ha extendido casi hasta el infinito la capacidad de recrear con pasmosa verosimilitud mundos y personajes “reales” o imaginarios, hasta el punto de que ahora puede afirmarse como cierto el dicho de que “tu único límite es tu imaginación”. En efecto, el avance de la manipulación digital de imágenes ha posibilitado no solo recrear ciudades enteras –como el Nueva York de los años 30 en King Kong (2005) o el San Francisco de los años 70 en Zodiac (2007)– sino personajes virtuales capaces de actuar y transmitir emociones –como Gollum, en El Señor de los Anillos (2001-03) o los Na’vi en Avatar (2009)–; o la combinación de ambas cosas, con el añadido de movimientos de cámara inverosímiles, como en Gravity (2012). Se produce así una mayor seducción, provocada por una realidad “irreal” aunque irresistiblemente verosímil. Este aspecto es de suma importancia, ya que el cine ha podido reforzar su estatus de espectáculo audiovisual por antonomasia, y mantener así su identidad diferencial frente a la competencia de otras ventanas o formas de consumo (home cinema, smart TV HD y 3D, etc.).

Gollum interpretado por Andy Serkis (fxguide.com)

Mejor relación coste-resultado

            Desde el punto de vista estricto de la producción (gestión del proyecto), la digitalización ha facilitado el equilibrio entre tiempo, coste y calidad, al abaratar los procesos y la necesidad de recursos (recreación de escenarios y objetos, multiplicación de extras) y aumentar la calidad de la factura visual y sonora. La progresiva sustitución del celuloide (35 mm.) por los formatos digitales de alta gama (2K, 4K y ahora 6K) ha permitido trabajar con mayor celeridad, a un menor coste y asegurando con mayor facilidad la necesaria calidad técnica. Algo semejante ha ocurrido con la dimensión sonora y los nuevos estándares de sonido digital envolvente. De ahí que Jeremy Thomas, conocido productor británico, concluya: “La parte artesanal del proceso cinematográfico –las interpretaciones, el guión, la fotografía, la dirección artística, el vestuario, etc.– se mantiene igual (…). Sin embargo, lo que ha cambiado es la tecnología. Pienso que estamos entrando en una edad dorada para el cine independiente. La tecnología digital está revolucionando el modo en que nuestras películas llegan al público y espero que ello nos ayude a trabajar de un modo más eficiente”.

Jeremy Thomas (rialtochannel.co.nz)

Democratización de la tecnología: ruptura de las barreras de entrada

El abaratamiento de los equipos digitales de imagen y sonido (cámaras, equipos de edición y post-producción) ha permitido que cineastas jóvenes y con escasos recursos logren resultados cinematográficos sorprendentes, hasta el punto de competir en la primera liga del ciclo comercial (explotación en salas). Algunos ejemplos recientes serían Paranormal Activity (2007), que con un presupuesto de apenas 15.000 dólares recaudó más de 100 millones de dólares en el mundo entero, y ha originado cinco secuelas; o Like Crazy (2011), rodada con una Canon EOS 7D, con un presupuesto de 250.000 dólares y que fue adquirida por Paramount por 4 millones de dólares tras obtener varios premios en el Festival de Sundance. Se estrenó en cines en Estados Unidos y alcanzó los 3,5 millones de dólares en taquilla. De ahí que George Lucas afirme con rotundidad: “Ahora [todo el proceso] es mucho menos costoso, lo que significa que se ha vuelto más democrático, y pienso que eso es bueno”. Una consecuencia inmediata, en palabras del propio Lucas, es la ruptura del actual status quo de la industria cinematográfica: “El consorcio de ricas corporaciones que acostumbraba a controlar todo este sector está ahora en entredicho (…). De alguna manera nos movemos hacia un mundo sin fronteras. Estamos asistiendo a un cambio de paradigma en el modo en que se hacen y distribuyen las películas, e internet es la causa de esa desaparición de fronteras. Ahora se puede conseguir que gente de todo el mundo vea tu película”.

Paranormal Activity (2007)                                            Like Crazy (2011)

Solapamiento de las fases del proceso de producción

            La digitalización ha provocado también ciertos efectos colaterales, no del todo previstos. Las fronteras entre las fases tradicionales –preproducción, rodaje y postproducción– se están desdibujando, hasta el punto de solaparse. Así sucede en aquellas películas con un alto porcentaje de imagen generada por ordenador, o que combina imagen real e imagen virtual (como sucede en los ejemplos anteriormente mencionados). La correcta gestión de la producción implica, en estos casos, trabajar casi simultáneamente la preparación, el rodaje o grabación, y la postproducción, para lograr el óptimo resultado final. Así lo explica, por ejemplo, Jon Landau, productor de Avatar: “Comenzamos la postproducción el mismo día que iniciamos el rodaje. Y comenzamos la postproducción a la vez que la preproducción. Así, en cuanto grabábamos un plano que requería efectos digitales lo pasábamos al equipo correspondiente para que trabajaran el resultado final. Y así sucesivamente”. Se trata en el fondo de incorporar el estándar de trabajo propio de la animación en 3D, en el que la película se construye por capas sucesivas, desde el storyboard y la previsualización inicial (animática) hasta la composición final (integración de imagen real e imagen digital).

Jon Landau (icgmagazine.com)

Nuevos perfiles profesionales

            Como consecuencia de lo anterior, la industria del cine está demandando nuevas especializaciones profesionales, no solo en el terreno de efectos visuales –el número de empresas que ofrecen este servicio ha crecido exponencialmente–, sino en el control del proyecto desde el punto de vista de la producción. No en vano, como afirma George Lucas, “quienes contralan los medios de producción controlan la visión creativa”. Así, en el caso de una película con un gran porcentaje de imagen digital, el mayor protagonismo y complejidad de la tecnología hace que se necesiten más supervisores o coordinadores de producción especializados a lo largo del proceso (por ejemplo, supervisor de efectos visuales o de post-producción). De hecho, la asociación profesional que agrupa a los productores norteamericanos (Producers Guild of America), haya incluido oficialmente estos perfiles entre las especializaciones de producción.


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