martes, 16 de septiembre de 2014

La Ciudad de la Luz: un sueño imposible (2)

            En el artículo anterior describíamos una de los mayores proyectos cinematográficos impulsados en nuestro país en la época reciente: La Ciudad de la Luz. Su complicada andadura ha devenido en fracaso. El sueño de Luis García Berlanga se ha demostrado como un imposible. Y resulta una ironía del destino que así se haya titulado la última superproducción rodada allí, a las órdenes de Juan Antonio Bayona. Ironía, porque justo esta película ha demostrado hasta qué punto son eficientes y adecuadas esas instalaciones, y hasta dónde llega la competencia profesional de muchos de nuestros técnicos y nuestros talentos creativos. Sin embargo, este rodaje llegó demasiado tarde y no consiguió ayudar a remontar el vuelo (si es que alguna vez despegó).

Vista de los edificios de oficinas


            Como decía al final del último artículo, resulta fácil hacer leña del árbol caído, y los abundantes artículos y comentarios publicados en los últimos meses sobre este particular así lo demuestran. En mi caso, he tenido la fortuna de conocer el proyecto de La Ciudad de la Luz desde sus orígenes, gracias a mi amistad con uno de los promotores. Pese a muchas de las críticas, considero que se trataba de una iniciativa bien planteada, de sumo interés y necesaria para posicionar nuestra industria cinematográfica –en especial, en el nivel técnico o below–the-line– en el mapa internacional. Así lo han hecho otros países europeos (Inglaterra, Alemania, Italia, República Checa, Rumanía, Bulgaria) y del resto del mundo (Canadá, México, Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda).

Luces y sombras en La Ciudad de la Luz

            Como toda realidad compleja, el balance de la Ciudad de la Luz ofrece luces y sombras. Para ello, me serviré de la síntesis que Carlos Aimeur realiza en su artículo 10 claves para entender porqué La Ciudad de la Luz es un fracaso. El autor de este análisis se centra en los siguientes puntos: ubicación, tamaño, gestión deficiente, ausencia de alianzas, directores erráticos, estrategias equivocadas, falta de modernización tecnológica, excesivo “localismo”, falta de incentivos fiscales y escuela de cine. Comparto algunos puntos de vista y difiero en otros.

            En cuanto a la ubicación, es cierto que Sagunto era el emplazamiento pensado originalmente, y que fue un empeño del presidente de la Generalitat de entonces (Eduardo Zaplana) el situarlo en Alicante, para equilibrar equitativamente el reparto de iniciativas (Terra Mítica, Ciudad de las Artes y las Ciencias, etc.). “Al desplazarla al sur prácticamente se descartó la presencia de profesionales de estas ciudades (Valencia, Barcelona, Madrid) y se encarecieron los costes de producción de los filmes. Salvo contadas excepciones, los profesionales del audiovisual que vivían en la capital alicantina tenían todos trabajo. Y los que no, carecían de experiencia”, comenta el autor de este análisis. Es posible que fuera así. Sin embargo, un elevado porcentaje de quienes trabajan en la industria cinematográfica es una población flotante y nómada, que acude allí donde hay trabajo. El quid de la cuestión es asegurar la regularidad y el nivel de rodajes. Muy probablemente, si esto hubiera sido así, muchos técnicos no hubieran dudado en trasladarse a esa ciudad –al menos temporalmente–, y hubiera aumentado la especialización profesional de quienes ahí residen. Los estudios de rodaje –como las grandes fábricas– atraen a la población laboral, que no duda en cambiar de domicilio ante una buena oportunidad de trabajo. Así ha sucedido con otros estudios de cine situados en la periferia (greenfied studios). Por lo demás, la ubicación –en cuanto climatología (340 días soleados al año) y proximidad al mar– es un claro acierto y ofrece ventajas competitivas frente a otros estudios que no cuentan con semejantes privilegios exteriores.

Rodaje de Lo imposible (2012)

            En cuanto a su dimensión, se ha acusado al proyecto de “faraónico”. Es posible que –de partida– haya resultado demasiado ambicioso. En cualquier caso, no creo que unos estudios de tamaño medio hubieran resultado competitivos. Si hay que entrar en el tablero de juego de la producción cinematográfica internacional y posicionarse, no queda más remedio que hacerlo en condiciones. No hay que olvidar que La Ciudad de la Luz aspiraba a jugar en la primera liga y competir frente a Pinewood-Shepperton, Babelsberg o Barrandov. Otra cosa es que casi todo el peso financiero haya recaído sobre el gobierno autonómico. De hecho, aunque muchos de los estudios de rodaje europeos nacieron a instancias del Estado, la mayoría de ellos han acabado en manos privadas y perviven gracias a ello.

            Sí parece claro que nos encontramos ante un caso de gestión deficiente. Para empezar, se ha criticado la concesión de la gerencia a Aguamarga, sin concurso público. Siendo una iniciativa pública, siempre resulta aconsejable la claridad y objetividad de los procedimientos. En cualquier caso, no parece que el equipo inicial fuera incompetente. Otra cosa es que la coyuntura de crisis y otros factores políticos dieran al traste con el proyecto. En cualquier caso, nunca he sido partidario mezclar negocios y política, aunque visto lo visto en este país (comisiones, amiguismo, corrupción) este binomio esté al cabo de la calle. De hecho, la elección de esta empresa gestora acabó siendo un quebradero de cabeza incluso para quienes la eligieron. Parte de la gestión deficiente pudo deberse a decisiones erróneas, parte a imposiciones políticas y parte a la incapacidad de llevar a cabo un decidido impulso de atraer inversión extranjera mediante una competitiva desgravación fiscal.

El anterior presidente de la Comunidad Valenciana saluda a Gerard Depardieu

            No comparto al cien por cien otros comentarios críticos sobre excesivo localismo, ausencia de alianzas, falta de adaptación tecnología, producciones erráticas o error en el planteamiento de un centro de formación (Escuela de Cine). Respecto de lo primero (localismo), hay que entender que un proyecto de estas características debe contar –como fase primera y necesaria– con el apoyo local a todos los niveles en la región, desde ayuntamientos a ciudadanía, pasando por el sector profesional de servicios. Esta es la base sobre la que, en el día a día, se garantiza la sostenibilidad. De hecho, La Ciudad de la Luz ha ido firmando acuerdos con todos los ayuntamientos de la zona, para facilitar sinergias a la hora de afrontar rodajes y coordinar logísticas. Se ha hablado de actuar a espaldas del sector (de la fuerza centrípeta de Madrid o Barcelona), pero habría que valorar también hasta qué punto el movimiento ha sido el contrario (La Ciudad de la Luz vista como competencia). Al fin y la cabo nuestra industria del cine no da para tanto y un centro de estas características puede verse como un competidor. Por ello mismo, y como ha quedado subrayado, el complejo de La Ciudad de la Luz solo es viable y razonable con vistas a atraer producciones internacionales de cierto calibre.

             Respecto de la ausencia de alianzas con otros estudios, desconozco las razones por las cuales esto ha sido así.  Parece ser que los Babelsberg Studios alemanes intentaron llegar a acuerdos con La Ciudad de la Luz, ya que cuenta con mejor climatología para exteriores. No me consta que existan este tipo de alianzas este complejos de producción –a no ser que compartan propietario–, ya que en el fondo son competidores. Tampoco me parece un escollo insalvable la cuestión tecnológica. Unas instalaciones como las de La Ciudad de la Luz son fácilmente adaptables a las nuevas tecnologías (captura de movimiento, etc.). Otra cosa es que haya que realizar una inversión más o menos considerable. Y en cuanto a la naturaleza de las producciones rodadas allí (lo que este autor llama “directores erráticos”), me parece una cuestión de facto, no de proyecto. Es decir, la intención de los gestores de La Ciudad de la Luz no ha sido atraer a estos directores en concreto, sino cualquier producción que quisiera rodarse allí. Sobre todo al principio interesa alcanzar una cierta regularidad de rodajes, a como dé lugar; más adelante se puede hacer una cierta discriminación. Sin embargo, La Ciudad de la Luz nunca llegó a ese punto, y ha tenido que buscarse la vida e incluso forzar situaciones de manera un tanto artificial. No me parece mal, insisto, como medida temporal; en cambio, esta estrategia acaba siendo insuficiente si las producciones de mayor nivel no llegan.


Clase de iluminación en La Ciudad de la Luz

            Esto último explica también que su escuela de cine haya resultado fallida. Como concepto –que un complejo de producción de estas características tenga su propio centro de formación en los oficios del cine–, me parece un gran acierto. Existe un déficit en España en la formación de técnicos a nivel internacional –aunque los vamos teniendo, más como fruto de la acumulación de experiencia que de formación inicial–. La sinergia entre rodajes de alto nivel y aprendizaje de oficios es razonable. Otra cosa es que no se haya podido garantizar la regularidad de producciones.

A vueltas con la desgravación fiscal

            Y llegamos al punto capital en mi opinión –ya mencionado de pasada– y que Aimeur incluye como cierre de su decálogo: la falta de una política competitiva de incentivos fiscales. Según comenta este autor, el sistema de ayudas no acabó de funcionar hasta la llegada de Eusebio Monzó a la dirección general del IVAC-La Filmoteca, quien propuso un sistema de incentivos a rodajes, concedidos por el IVAC a partir del dictamen de  técnicos independientes. Estas ayudas se presentaron en el Festival de San Sebastián en 2009, con buena acogida. Sin embargo, con la crisis se redujo la asignación prevista y no se llegó a dotar las ayudas con las cantidades previstas. Visto lo visto después –cierre de Canal 9–, parece claro que fue la promesa, por muy bien intencionada que fuera, nunca pudo realizarse.

            ¿Qué hubiera pasado si la Comunidad Valenciana hubiera sido capaz de articular una política de desgravación fiscal semejante a la que hoy día ofrece Canarias? La comparación no es baladí, porque también allí se ha construido un mini complejo llamado Plató del Atlántico que, aunque no intenta emular a La Ciudad de la Luz si es una muestra de la sinergias entre instalaciones y políticas de incentivos. Mientras que la Comunidad Valencia apenas ha acogido estos años rodajes internacionales, Canarias está de moda, como lo demuestra el rodaje de Furia de Titanes (2010), Fast & Furious 6 (2013) o Exodus (2014).

            Por abundar en esta cuestión, es sabido que Disney decidió finalmente rodar Prince of Persia (2010) en el Reino Unido porque podían obtener un ahorro de 10 millones de libras esterlinas frente a los 6 millones de euros que le ofrecían en España. Según uno de los ex-directores de la Ciudad de la Luz, José María Rodríguez Galant, el cambio de moneda y la política de incentivos explican estas derrotas: “En EE.UU. [los productores] reciben hasta un 45% de los gastos locales, mientras que el porcentaje máximo de la Generalitat Valenciana puede ofrecer es el 18% del gasto local. Las ayudas para el Gobierno español no son atractivos para los productores estadounidenses. Una cultura de incentivos está ausente”. En efecto, las promesas del actual Ejecutivo, después de tantas idas y venidas, no han dado el fruto esperado. Hemos perdido una maravillosa nueva oportunidad, pero esto daría para otro artículo…

Iniciativa de alto riesgo

            Algo hay en los greenfield studios que los convierten en iniciativas de alto riesgo si no se consigue una simbiosis perfecta de ingredientes: buenas instalaciones y localización (climatología), empresas de servicios adecuadas, incentivos fiscales, regularidad de la producción internacional, equilibrio entre política e iniciativa privada. Como señalan Ben Goldsmith y Tom O’Regan, el caso de La Ciudad de la Luz muestra el tipo de riesgos asociados a este tipo de instalaciones, mayores aún que los de otros estudios de cine ubicados en zonas no periféricas. Al difícil equilibrio entre el inversión y la amortización, dependiente del flujo regular de rodajes de cierta entidad, se han unido los los efectos negativos de las fluctuaciones en las tasas de intercambio de divisas y mano de obra (relación euro frente al dólar americano), así como las consecuencias de la crisis económica.

Escena de Astérix y los Juegos Olímpicos (2006)


            En suma, La Ciudad de la Luz pasará a la historia como un proyecto fallido. Su viabilidad futura está en entredicho a no ser que cambien los factores apuntados. No basta que un grupo solvente los adquiera y gestione mejor si no hay una política de incentivos que atraiga rodajes internacionales. Todo lo demás –promoción regional y desarrollo profesional– vendrá por añadidura. Como una fina ironía del destino, la última gran producción rodada en sus instalaciones –Lo imposible (2012)– lleva en su título la confirmación de un sueño inalcanzable.


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